Una mujer volvió pronto del trabajo a casa… y se encontró con su marido en la cama manteniendo relaciones sexuales con una chica más joven y atractiva que ella.
«¡Maldito cerdo asqueroso!» – gritó ella. «¿Cómo te atreves a hacerle esto a mí, tu mujer, que siempre te he sido fiel? A la madre de tus hijos… Vete ya de mi casa, quiero el divorcio».
El marido, desesperado y agobiado sin saber dónde ir, le contestó: «Espera un momento cariño, por favor, déjame explicarte por favor al menos qué ha pasado, te lo suplico».
«De acuerdo» – dijo ella llorando – «pero que sepas que éstas van a ser las últimas palabras que me vas a dirigir en la vida«.
Y entonces el marido empezó: «Bueno, mira, estaba llegando ya al coche para ir a casa y, de repente, esta jovencita ha aparecido y me ha pedido que le diera un paseo. Suena tonto, pero parecía tan triste e indefensa que sentí pena y la dejé entrar en el coche.»
Al ver que la mujer le miraba extrañada, siguió hablando: «Me di cuenta de que estaba demasiado delgada, mal vestida y algo sucia. Entonces me dijo que no había comido nada ¡¡desde hace tres días!! ¿Qué hubieras hecho tú? Yo al menos no he podido controlar mi compasión, la he traído a casa y le he dado el sushi que te dejaste anoche, el que no quisiste comer porque te daba miedo engordar. La pobrecita estaba tan hambrienta que los ha devorado en un momentito.
Como vi que estaba muy sucia yo mismo le sugerí que se tomara una ducha. Mientras se la tomaba he cogido su ropa, llena de agujeros, y la he tirado a la papelera. Como no tenía qué darle, he cogido los tejanos que te regalé hace años, los de diseñador, que nunca te pones porque dices que son demasiado ajustados.
También le di tu ropa interior, la del aniversario de bodas, que nunca usas porque dices que no tengo buen gusto.
Y la camisa que te dió mi hermana por Navidad, que no la usas sólo para sacarla de quicio. Ah, y las botas, esas tan caras que te compraste hace meses y sólo usaste una vez porque una del trabajo tiene las mismas.»
El marido dejó de hablar, cogió aire y continuó: «Estaba tan agradecida por todo lo que había hecho con ella que, mientras la acompañaba a la puerta, ha empezado a llorar y me ha preguntado:
«¿Por favor, hay algo más que tu mujer no use?«